domingo, 22 de enero de 2023

LA CONSTITUCION

 

Fernando Murillo Flores

 

Durante mi adolescencia leí el “Don Manuel” de Luis Alberto Sánchez, motivado por la lectura de los textos de Manuel Gonzáles Prada y, en verdad, quise saber la biografía del autor de esos textos y nunca olvidaré, en especial, un texto llamado “Nuestros magistrados” y, no lo olvido porque sencillamente ahora soy un Magistrado del Poder Judicial y trabajo en la Corte Superior de Justicia del Cusco.

En 1908, Manuel Gonzáles Prada publicó su “Horas de lucha”, libro en el que está el texto que hoy rememoro; Don Manuel escribió: “El Magistrado lo gana todo sin arriesgar nada: reposa cuando todos se fatigan, duerme cuando todos velan, come cuando todos ayunan, ejerciendo una caballería andante en que Sancho hace las veces de don Quijote. ¿Qué le importan las guerras civiles? Vive seguro de que, triunfen revolucionarios o gobiernistas, él seguirá disfrutando de honores, influencia, pingüe sueldo y veneración pública. En los naufragios nacionales, representa el leño que flota, la vejiga que sobrenada. Mejor aún, es el pájaro guarecido en su peñón: no se cuida de la tempestad que sumerge los buques ni piensa en el clamor de los infelices que naufragan.

La hora actual, aunque es una paradoja, no es sino la hora que siempre dio durante toda nuestra historia republicana, es la que seguramente motivó que Don Manuel escribiera lo trascrito, sé perfectamente que muchos derechos constitucionales no los puedo ejercer, pero hay uno que sí puedo ejercer y es expresar opiniones e ideas cívicas tan necesarias como ausentes en los ciudadanos de la República del Perú, fundada como Estado, formalmente, un 28 de julio de 1821. No sé cuánto escriba ejerciendo una suerte de docencia cívica, pero así al menos no seré uno de los magistrados aludidos por Don Manuel.

Todo grupo humano, desde la época primitiva, se organizó seguramente para sobrevivir como tal, de una determinada manera o forma, estableciendo una línea de autoridad y organización. Así fue como se fueron constituyendo esos grupos humanos. La arqueología, la antropología y la historia, estudiando los vestigios dejados por esos grupos primitivos y antiguos, así como lo que hicieron, como expresión de su cultura, nos enseñan y muestran la forma de cómo estuvieron constituidos, así en nuestro espacio geográfico, ahora podemos identificar la forma de constitución que asumieron las culturas anteriores a la inca y como estuvo constituida esta última sociedad, pues existen muchos vestigios y datos de la forma de cómo era su organización política, social, económica, durante el tiempo que como tales existieron.

De esa manera hoy podemos saber cómo estuvieron constituidos, a nivel mundial y regional, los egipcios, los persas, los griegos, los atenienses, los romanos, los Chavín, los Paracas, los Tiahuanaco y los incas. Desde niños, luego en primaria y secundaria aprendemos a reconocer y describir a esos pueblos por su ubicación en la línea del tiempo de la evolución del hombre, en el ámbito geográfico de su influencia, su organización política, económica, social, etc.

Así, todos los pueblos están constituidos de una determinada forma que los hace singulares y únicos en el tiempo pasado y en el tiempo presente. Antes de la conquista del Estado e imperio Inca, tenía un área geográfica determinada de su dominio y en la que ejercía influencia como tal; tenía una forma de organización política que le permitió su formación y desarrollo, en función de un gobernante: el Inca, soberano absoluto; tenía una forma de organización social basada en estamentos; tenía una organización económica, basada en la agricultura y, finalmente una organización militar, pues los conflictos que afrontaba con otros pueblos no eran escasos. En perspectiva histórica el Estado Inca tuvo una “constitución”, pues estuvo constituido de una manera tal que aún podemos apreciar los testimonios de su organización, gobierno, sociedad y economía, así como aún vivir y sentir la expresión de su cultura en el pueblo actual del Estado peruano.

Todo esto lo sabemos por los estudios de las ciencias que ya hemos mencionado ¿qué es lo que sabemos? Lo que sabemos, que no lo es todo en verdad, es cómo estuvo “constituido” el Estado Inca; tal y como fue ese Estado, descrito por los cronistas y un tanto idealizado por Garcilaso de la Vega, no existe más y no podrá volver a existir jamás.

Lo anterior es así porque el Estado Inca fue conquistado y sometido a un gobierno virreinal de un Estado europeo, el Reino de España que fue el virreinato más grande de Europa en América. Mediante su conquista por España, el otrora Estado Inca, principalmente su sociedad, se incorpora a la denominado mundo y cultura de occidente.

Luego del largo período virreinal, nació el Perú, cuya formación se inició cuando se encontraron dos culturas: la española y la inca, dando lugar al peruano, a lo peruano y a otra cultura; si bien existió, luego de un largo período de virreinato, un espíritu de libertad en la población peruana ante el sistema de gobierno virreinal, éste no se materializó a gran escala, sino hasta que vino con San Martín un influjo externo que asegure la libertad que ya habían obtenido Argentina y Chile. Ese espíritu de libertad, anterior a la independencia, tuvo su máxima expresión en la rebelión autónoma de Tupac Amaru.

Al momento de la proclamación, formal, de la libertad del Perú (1821), las élites políticas y económicas, así como la población peruana, no tenían claro qué tipo de Estado debía constituirse, ni como debía establecerse su gobierno, pues no se tenía una experiencia autónoma de gobierno, ni idea de Estado, como sí la tuvieron las colonias inglesas en el norte de América que lo único que tuvieron que hacer fue cortar un cordón umbilical que los asfixiaba económicamente.

El momento constitucional para el Perú, fue su independencia (1821), pero diversos acontecimientos como la permanencia aún del ejército realista en territorio peruano, la indefinición política, la ausencia de instituciones propias, la necesidad de lograr una independencia real, entre otros hechos, hizo que tuviésemos una Constitución en 1823 que no entró en vigencia o su vigencia fue suspendida, por la presencia de Simón Bolivar a quien se le constituyó en Dictador, a la usanza romana, quien luego de obtener la victoria sobre el ejército realista se dio una Constitución en 1827 llamada incluso la vitalicias que no duró mucho hasta que volvió a regir la de 1823, hasta que finalmente se dio la Constitución de 1828. Esta última estableció las principales características que, constitución tras constitución han perdurado hasta la actual Constitución de 1993, sobre la organización de un Estado unitario, cuya autoridad se ejerce en un territorio determinado, con sus tradicionales poderes clásicos como República y forma de gobierno presidencialista y con un parlamento fuerte que aún no se desliga de un enfrentamiento, antes que un equilibrio, y con base en elecciones libres.

Lamentablemente, desde 1822 hasta que se aprobó la Constitución de 1828, sucedieron muchos hechos que marcarían la vida política del país, traducida en gobiernos efímeros, temporales y muchas veces depuestos hasta destruir al adversario, como hasta hoy sucede, en lo que los historiadores McEvoy y Montoya, asumen como “el cambiamiento”, recogiendo un artículo del mismo nombre publicado en 1829 en un periódico de Piura El Despertador Republicano. (Patrias andinas, patrias citadinas. Episodios de una república naciente. Crítica. Lima, 2022).

En ese libro leemos que los autores, evocando el artículo citado expresan “(…) Cuando los pueblos del Perú, semejantes a los cuerpos de los moribundos…, (que) emitían sus desfallecidas quejas, rogaban por los últimos remedios e imploraban los óleos santos de la resurrección política”, tenían a su disposición “el cambiamiento”, que con “gran rapidez” permitían pasar de “la desgracia eterna a la positiva felicidad, de la triste esclavitud a la libertad gloriosa  y de los brazos de la muerte al disfrute de la vida.”

La ley siempre fue impuesta, lo fue cuando la voluntad del Inca lo era y se cumplía; la ley, como voluntad del Rey o el Virrey, se cumplía a cualquier precio; luego vino el Estado peruano, y sus congresos dieron leyes que también debían cumplirse, pero el común denominador es que la inmensa población del Perú, en los dos primeros momentos de nuestra historia no sintieron que la ley venía de ellos, sino que era impuesta, generando ese problema social inmenso que consiste en que los peruanos no cumplimos la ley y  buscamos siempre cómo evadirla; a ello se sumó que los puestos públicos en la época virreinal sólo era para los españoles, los peruanos no tenían acceso a ellos, pero sí a codiciarlos no para servir, sino para servirse pues los funcionarios españoles hacían fortuna con ellos. Ahora no es casualidad que un empleado, autoridad o funcionario público del ejercicio del puesto se va a los estrados judiciales como acusado y de allí a la cárcel. Así está confundida la ley como aquella que se impone, como aquella que sirve solo para unos y no para todos.

El problema nunca fue, en esencia, constitucional, si la ley no era cumplida, mucho menos lo era la Constitución cuya razón de ser nunca fue comprendida, como parece serlo ahora. Constituciones como la nuestra, que rigen en otros países generan estados fuertes, gobiernos estables y economías de libre mercado que garantizando la libertad, en todas sus expresiones, generan desarrollo y paz.

Chile es una buena muestra de lo anterior, su desarrollo se debió a su Constitución (1980), que ahora esté como está es problema de un gobierno, y la población chilena parece haberlo comprendido, pues rechazó mayoritariamente cambiar su Constitución por una que lo único que ofrecía era de todo para todos, sin considerar que una Constitución sólo son reglas de juego político claras, para lograr objetivos de interés general.

El problema son la ausencia de buenos gobiernos; si hay una dolorosa verdad en el Perú es que cualquiera es presidente del Perú y así cualquiera será nuestro destino, en el que el cambiamiento de un gobierno por otro, cada vez que se nos ocurra patear el tablero sin respetar la Constitución, parece ser la constante.

Es hora de “romper el pacto infame de hablar a media voz”,  ¿no es verdad Don Manuel?