Fernando Murillo Flores
Durante
mi adolescencia leí el “Don Manuel” de Luis Alberto Sánchez, motivado por la
lectura de los textos de Manuel Gonzáles Prada y, en verdad, quise saber la
biografía del autor de esos textos y nunca olvidaré, en especial, un texto llamado
“Nuestros magistrados” y, no lo olvido porque sencillamente ahora soy un
Magistrado del Poder Judicial y trabajo en la Corte Superior de Justicia del
Cusco.
En
1908, Manuel Gonzáles Prada publicó su “Horas de lucha”, libro en el que está el
texto que hoy rememoro; Don Manuel escribió: “El Magistrado lo gana
todo sin arriesgar nada: reposa cuando todos se fatigan, duerme cuando todos
velan, come cuando todos ayunan, ejerciendo una caballería andante en que Sancho
hace las veces de don Quijote. ¿Qué le importan las guerras civiles? Vive
seguro de que, triunfen revolucionarios o gobiernistas, él seguirá disfrutando
de honores, influencia, pingüe sueldo y veneración pública. En los naufragios
nacionales, representa el leño que flota, la vejiga que sobrenada. Mejor aún,
es el pájaro guarecido en su peñón: no se cuida de la tempestad que sumerge los
buques ni piensa en el clamor de los infelices que naufragan.”
La
hora actual, aunque es una paradoja, no es sino la hora que siempre dio durante
toda nuestra historia republicana, es la que seguramente motivó que Don Manuel
escribiera lo trascrito, sé perfectamente que muchos derechos constitucionales
no los puedo ejercer, pero hay uno que sí puedo ejercer y es expresar opiniones
e ideas cívicas tan necesarias como ausentes en los ciudadanos de la República
del Perú, fundada como Estado, formalmente, un 28 de julio de 1821. No sé
cuánto escriba ejerciendo una suerte de docencia cívica, pero así al menos no
seré uno de los magistrados aludidos por Don Manuel.
Todo
grupo humano, desde la época primitiva, se organizó seguramente para sobrevivir
como tal, de una determinada manera o forma, estableciendo una línea de
autoridad y organización. Así fue como se fueron constituyendo esos grupos
humanos. La arqueología, la antropología y la historia, estudiando los vestigios
dejados por esos grupos primitivos y antiguos, así como lo que hicieron, como
expresión de su cultura, nos enseñan y muestran la forma de cómo estuvieron
constituidos, así en nuestro espacio geográfico, ahora podemos identificar la
forma de constitución que asumieron las culturas anteriores a la inca y como
estuvo constituida esta última sociedad, pues existen muchos vestigios y datos
de la forma de cómo era su organización política, social, económica, durante el
tiempo que como tales existieron.
De
esa manera hoy podemos saber cómo estuvieron constituidos, a nivel mundial y
regional, los egipcios, los persas, los griegos, los atenienses, los romanos, los
Chavín, los Paracas, los Tiahuanaco y los incas. Desde niños, luego en primaria
y secundaria aprendemos a reconocer y describir a esos pueblos por su ubicación
en la línea del tiempo de la evolución del hombre, en el ámbito geográfico de
su influencia, su organización política, económica, social, etc.
Así,
todos los pueblos están constituidos de una determinada forma que los hace
singulares y únicos en el tiempo pasado y en el tiempo presente. Antes de la
conquista del Estado e imperio Inca, tenía un área geográfica determinada de su
dominio y en la que ejercía influencia como tal; tenía una forma de
organización política que le permitió su formación y desarrollo, en función de
un gobernante: el Inca, soberano absoluto; tenía una forma de organización
social basada en estamentos; tenía una organización económica, basada en la
agricultura y, finalmente una organización militar, pues los conflictos que
afrontaba con otros pueblos no eran escasos. En perspectiva histórica el Estado
Inca tuvo una “constitución”, pues estuvo constituido de una manera tal que aún
podemos apreciar los testimonios de su organización, gobierno, sociedad y
economía, así como aún vivir y sentir la expresión de su cultura en el pueblo
actual del Estado peruano.
Todo
esto lo sabemos por los estudios de las ciencias que ya hemos mencionado ¿qué
es lo que sabemos? Lo que sabemos, que no lo es todo en verdad, es cómo estuvo
“constituido” el Estado Inca; tal y como fue ese Estado, descrito por los
cronistas y un tanto idealizado por Garcilaso de la Vega, no existe más y no
podrá volver a existir jamás.
Lo
anterior es así porque el Estado Inca fue conquistado y sometido a un gobierno
virreinal de un Estado europeo, el Reino de España que fue el virreinato más
grande de Europa en América. Mediante su conquista por España, el otrora Estado
Inca, principalmente su sociedad, se incorpora a la denominado mundo y cultura de
occidente.
Luego
del largo período virreinal, nació el Perú, cuya formación se inició cuando se
encontraron dos culturas: la española y la inca, dando lugar al peruano, a lo
peruano y a otra cultura; si bien existió, luego de un largo período de virreinato,
un espíritu de libertad en la población peruana ante el sistema de gobierno
virreinal, éste no se materializó a gran escala, sino hasta que vino con San
Martín un influjo externo que asegure la libertad que ya habían obtenido
Argentina y Chile. Ese espíritu de libertad, anterior a la independencia, tuvo su
máxima expresión en la rebelión autónoma de Tupac Amaru.
Al
momento de la proclamación, formal, de la libertad del Perú (1821), las élites políticas
y económicas, así como la población peruana, no tenían claro qué tipo de Estado
debía constituirse, ni como debía establecerse su gobierno, pues no se tenía
una experiencia autónoma de gobierno, ni idea de Estado, como sí la tuvieron
las colonias inglesas en el norte de América que lo único que tuvieron que
hacer fue cortar un cordón umbilical que los asfixiaba económicamente.
El
momento constitucional para el Perú, fue su independencia (1821), pero diversos
acontecimientos como la permanencia aún del ejército realista en territorio peruano,
la indefinición política, la ausencia de instituciones propias, la necesidad de
lograr una independencia real, entre otros hechos, hizo que tuviésemos una
Constitución en 1823 que no entró en vigencia o su vigencia fue suspendida, por
la presencia de Simón Bolivar a quien se le constituyó en Dictador, a la usanza
romana, quien luego de obtener la victoria sobre el ejército realista se dio una
Constitución en 1827 llamada incluso la vitalicias que no duró mucho hasta que
volvió a regir la de 1823, hasta que finalmente se dio la Constitución de 1828.
Esta última estableció las principales características que, constitución tras
constitución han perdurado hasta la actual Constitución de 1993, sobre la
organización de un Estado unitario, cuya autoridad se ejerce en un territorio
determinado, con sus tradicionales poderes clásicos como República y forma de
gobierno presidencialista y con un parlamento fuerte que aún no se desliga de
un enfrentamiento, antes que un equilibrio, y con base en elecciones libres.
Lamentablemente,
desde 1822 hasta que se aprobó la Constitución de 1828, sucedieron muchos
hechos que marcarían la vida política del país, traducida en gobiernos
efímeros, temporales y muchas veces depuestos hasta destruir al adversario,
como hasta hoy sucede, en lo que los historiadores McEvoy y Montoya, asumen
como “el cambiamiento”, recogiendo un artículo del mismo nombre publicado en
1829 en un periódico de Piura El Despertador Republicano. (Patrias
andinas, patrias citadinas. Episodios de una república naciente. Crítica. Lima,
2022).
En
ese libro leemos que los autores, evocando el artículo citado expresan “(…)
Cuando los pueblos del Perú, semejantes a los cuerpos de los moribundos…, (que)
emitían sus desfallecidas quejas, rogaban por los últimos remedios e imploraban
los óleos santos de la resurrección política”, tenían a su disposición “el
cambiamiento”, que con “gran rapidez” permitían pasar de “la desgracia eterna a
la positiva felicidad, de la triste esclavitud a la libertad gloriosa y de los brazos de la muerte al disfrute de
la vida.”
La
ley siempre fue impuesta, lo fue cuando la voluntad del Inca lo era y se cumplía;
la ley, como voluntad del Rey o el Virrey, se cumplía a cualquier precio; luego
vino el Estado peruano, y sus congresos dieron leyes que también debían
cumplirse, pero el común denominador es que la inmensa población del Perú, en
los dos primeros momentos de nuestra historia no sintieron que la ley venía de
ellos, sino que era impuesta, generando ese problema social inmenso que
consiste en que los peruanos no cumplimos la ley y buscamos siempre cómo evadirla; a ello se sumó
que los puestos públicos en la época virreinal sólo era para los españoles, los
peruanos no tenían acceso a ellos, pero sí a codiciarlos no para servir, sino
para servirse pues los funcionarios españoles hacían fortuna con ellos. Ahora
no es casualidad que un empleado, autoridad o funcionario público del ejercicio
del puesto se va a los estrados judiciales como acusado y de allí a la cárcel.
Así está confundida la ley como aquella que se impone, como aquella que sirve solo
para unos y no para todos.
El
problema nunca fue, en esencia, constitucional, si la ley no era cumplida, mucho
menos lo era la Constitución cuya razón de ser nunca fue comprendida, como
parece serlo ahora. Constituciones como la nuestra, que rigen en otros países
generan estados fuertes, gobiernos estables y economías de libre mercado que
garantizando la libertad, en todas sus expresiones, generan desarrollo y paz.
Chile
es una buena muestra de lo anterior, su desarrollo se debió a su Constitución (1980),
que ahora esté como está es problema de un gobierno, y la población chilena parece
haberlo comprendido, pues rechazó mayoritariamente cambiar su Constitución por
una que lo único que ofrecía era de todo para todos, sin considerar que una
Constitución sólo son reglas de juego político claras, para lograr objetivos de
interés general.
El
problema son la ausencia de buenos gobiernos; si hay una dolorosa verdad en el
Perú es que cualquiera es presidente del Perú y así cualquiera será nuestro
destino, en el que el cambiamiento de un gobierno por otro, cada vez que se nos
ocurra patear el tablero sin respetar la Constitución, parece ser la constante.
Es
hora de “romper el pacto infame de hablar a media voz”, ¿no es verdad Don Manuel?
No hay comentarios:
Publicar un comentario