Sobre las medidas intervencionistas en favor de
producción nacional en el cine, la televisión y la radio
Javier André Murillo Chávez*
¿Qué hace a una película, a un
programa de televisión o a una canción exitosas? Los motivos circunstanciales
pueden ser variados, pero al final y al cabo termina siendo la preferencia de
los espectadores y radioescuchas lo que brinda a un producto de la industria
del entretenimiento[1] su
valor en nuestro país y alrededor del mundo.
El mercado del entretenimiento
tiene una estructura y funcionamiento como cualquier otro. Por un lado, los
cines, los canales de televisión y las emisoras de radio son los proveedores de
entretenimiento; sus productos son las más recientes películas de estreno, los programas
televisivos de moda y canciones hit
del momento. Por otro lado, nosotros, los cinéfilos, los espectadores de
televisión y los radioescuchas somos consumidores de estos productos ofrecidos.
¿Quién no ha descartado una película en el cine, cambiado de canal si no le
gusta la programación o sintonizado otra emisora cuando no le satisface la
música elegida?
En el funcionamiento de este
mercado, la elección del consumidor es bastante determinante; y el feedback de información para el
proveedor de entretenimiento es muy dinámico. El rating determina inmediatamente si una franquicia de cine, canal o
emisora lo está haciendo bien o lo está haciendo mal. Por este motivo, la
elección de los productos es, también, decisiva para la subsistencia de los
proveedores en un mercado que per se
es muy frágil por la piratería[2].
Nuestro país se encuentra en
pleno crecimiento de sus industrias del entretenimiento como el cine, la
música, la moda, la gastronomía y la televisión. Sin embargo, aún existen
sectores descontentos con la situación en la que se encuentran; como el de la
música rock Peruana, tal como lo ha
señalado Pasquel[3]. Se
ha discutido mucho en los últimos tiempos sobre la imposición de cuotas
obligatorias sobre producción nacional a través de normas a los cines, canales
de televisión y emisoras de radio; sin embargo, la preferencia no puede ser
impuesta (ni impulsada) por instrumentos legales; esto, desde mi punto de
vista, vulnera gravemente los valores constitucionales a la libertad de empresa[4]
así como la libre y leal competencia[5],
sustituyendo artificialmente la oferta y demanda de los consumidores del
entretenimiento.
En este sentido, las figuras
económicas como el “monopolio” y la “competencia” resultan muy útiles para
analizar esta situación. Gary Becker, Premio Nobel de Economía en 1992, tiene
una ponencia en donde analiza diversos “mercados”, desde las religiones hasta
las ofertas educativas, mediante estos
conceptos. La conclusión es inevitable: la competencia es eficiente[6].
Coincidimos plenamente y apuntamos este como el principal motivo por el cual se
debe repudiar la intervención estatal sobre contenidos en las industrias del
entretenimiento.
Existen dos tipos de
intervencionismo mediante instrumentos legales; de un lado, están las cuotas de
exhibición; y por el otro las medidas de continuidad. Las primeras son aquellas
por las cuales se obliga a las franquicias de cine a cubrir un número
determinado de películas peruanas en cartelera, a los canales de televisión a
transmitir un número determinado de programas televisivos peruanos, o a las
emisoras de radio a reproducir un número determinado de canciones peruanas; las
segundas son aquellas por las cuales se mantiene una o más películas nacionales
en cartelera de cine, un programa televisivo nacional o más en programación, o
una o varias canciones nacionales durante un periodo determinado de tiempo.
El apoyo a la producción
nacional de canciones, películas y programas no se logra a través de medidas
intervencionistas. Con estas prescripciones se genera un triple daño: primero,
se generan pérdidas o detracciones de consumidores a las emisoras, canales o
franquicias de cine; segundo, nosotros los consumidores radiales, televisivos o
cinéfilos tendríamos menos opciones de elección en determinados momentos; y,
tercero, los productores nacionales de cine y televisión, así como los
cantautores y grupos musicales peruanos se encontrarían en un punto de
desincentivos para mejorar la calidad de sus obras al estar situados
cómodamente en este “mercado” por medio de un “regalito” del Estado.
Esta posición artificial,
creada por medio de la intervención estatal normativa, genera competencia
desleal. Mientras la industria del cine, televisiva y musical extranjera
utilizan sus recursos para crear un producto (película, programa o canción) de
calidad, mejorando sus equipos e innovando, creando espacios publicitarios, y
otras metodologías de marketing
personal análogas para colocarse a nivel mundial; el “cómodo” productor
nacional o artista musical no utilizaría sus recursos para lograr esto ya que
tiene asegurada su colocación en el mercado de la industria del entretenimiento
gracias al Estado.
Un grave error estructural de
las medidas de intervención es el enfrentamiento de géneros que podría suceder
y, efectivamente, sucederá de ser aplicadas las mismas. ¿Qué pasarán las radios
en las cuotas o continuaciones nacionales? ¿Rock, Huayno, Pop, Criollo, Cumbia,
Tecno u otros? ¿Qué sucederá con aquellos géneros que no tengan un espacio
temático como la trova, el metal, el blues, entre otros? Estas medidas
intervencionistas son regulación strictu sensu;
es decir, se le impone a los cines, canales y emisoras lo que deben exhibir.
Aquí se cae en la paradoja relatada por Bullard como la fábula del Rey Regulador[7],
los proveedores de la industria del entretenimiento simplemente cubrirán sus
“cuotas” o “periodos” nacionales con las canciones exitosas de algunos géneros,
con lo cual las incomodidades de los otros sectores seguirán existiendo cayendo
en lo que se ha denominado “espiral regulatoria”[8],
teniendo que regular y regular hasta llegar a la estatización.
Tomando lo expresado por
Bullard, tanto el Mercado como la Regulación son fruto de la imperfección
humana, pero “En el mercado uno decide sobre lo que es de uno, y solo puede
obtener algo de otro si este acepta contratar. Al menos uno paga el costo de su
propia imperfección o de sus propios errores. Pero en la regulación son los demás
los que pagan el costo”[9].
Nosotros los consumidores y los mismos proveedores tenemos que pagar el costo
de percibir una película peruana mala, un programa peruano desastroso, o una
canción peruana insoportable. La posición del consumidor es sencilla: elijo
otra película en el mismo cine, uso el control remoto y cambio a otro canal o,
simplemente, sintonizo otra emisora del radial. Sin embargo, el proveedor no
tiene más remedio que perder clientes, espectadores o radioescuchas.
Existen ejemplos que permiten
contradecir que el mercado no brinda oportunidad de éxito a las películas,
programas o canciones peruanas. En materia de cine, la película “Asu Mare”
sobre la vida del popular Carlos Alcántara, estrenada el 2013, lleva en
cartelera más de cuatro semanas en cartelera por mérito propio y las salas de
cine siguen llenas en cada función[10].
En materia de televisión, la serie “Al Fondo Hay Sitio” (y otras similares de
los últimos tiempos[11])
lleva más de cuatro temporadas al aire, a pesar existir cantidad de detractores
a su contenido. En materia de música, cabe recordar que el mismo rock peruano
tuvo un punto de cumbre en los años 2003 cuando Líbido y TK obtuvieron
galardones en los Video Music Awards
Latinoamérica permaneciendo en los rankings
más importantes a nivel internacional; no olvidemos a Gianmarco y su triada de
Premios Grammy Latinos.
¿Por qué “Asu Mare” ha roto
largamente el record de taquilla de cine nacional? ¿Por qué “Al Fondo Hay
Sitio” continúa siendo una de las series más vistas de la televisión peruana?
¿Por qué las canciones de Líbido y TK tocaron el cielo internacional en el
2003? ¿Por qué las canciones de Gianmarco suenan en casi todo el mundo? Y eso
que no hemos hablado de la cumbia peruana de los Hermanos Yaipén o el Grupo 5,
que está en plena boga y se escucha en todos los rincones del territorio; no
hemos hablado de la excelente pieza de cine nacional que nos trajo la película
“Quizás Mañana”, primera película peruana que no trajo desnudos o violencia
sino más bien una pequeña historia de amor con bastante aprobación por parte
del público; o el tan exitoso programa de concurso “Yo Soy”, que ha traído un
gran formato televisivo extranjero “a la peruana” que promueve el talento de
muchos compatriotas.
Las conclusiones son
evidentes: la preferencia de los consumidores es el parámetro más importante en
la industria del entretenimiento; los proveedores de películas, programas y
canciones deben tener libertad de elección de sus contenidos y pugnar por la
preferencia de los consumidores; los productores de televisión y cine así como
los cantautores y grupos deben competir por la preferencia de los consumidores
sin adquirir ventajas indebidas otorgadas por el Estado. En este sentido, la
libre y leal competencia es el único camino al progreso en la industria del
entretenimiento.
* Asistente Legal del Área de Marcas del Estudio Clarke,
Modet & Co. Perú. Asistente de Investigación en Derecho de la Competencia y
Propiedad Intelectual. Asistente de Cátedra de los Cursos de Derecho de la
Competencia 2 y Derecho de Autor con el Profesor Raúl Solórzano Solórzano, ambos
en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Alumno de Duodécimo (12mo) Ciclo de la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú y de la Maestría en Derecho de la Competencia y
la Propiedad Intelectual. Ex-Director y Ex-miembro de la Comisión de
Publicaciones de la Asociación Civil Foro Académico.
[1] Este término ha sido utilizado por Gustavo Rodríguez
en un reciente estudio sobre la Propiedad Intelectual en diversas áreas como el
Cine, la Televisión, la Moda, los Videojuegos y otros. Coincidimos con el mismo
en lugar de “Industria Cultural” que nos lleva a una polémica entre ¿Qué es
cultural y que no lo es? RODRIGUEZ, Gustavo – “Los Derechos de Propiedad
Intelectual en las Industrias del Entretenimiento”. En: AA.VV. – “Los Retos
Actuales de la Propiedad Intelectual: Visión Latinoamérica”. Lima: Themis –
Hernández & Cía., pp. 237 – 253.
[2] Este tema es bastante amplio, Aquí, basta con
mencionar que probablemente las industrias más “golpeadas” por la piratería
sean la musical, por el pirateo de canciones y videos musicales, y la
cinematográfica, por las copias de películas de cartelera estrenadas en otros
países antes que en el nuestro; aunque también comienzan a proliferarse los
casos de piratería de programas televisivos temáticos como novelas, series y
programas especiales.
[3] Ver PASQUEL, Enrique – “Cuotas, Lobbies y Rock n’ Roll”.
En: Diario El Comercio. Edición Jueves 09 de Mayo de 2013.
[4] Artículo 59 de
la Constitución Política del Perú: “El Estado (…) garantiza (…) la libertad
de empresa, comercio e industria”.
[5] Artículo 61 de
la Constitución Política del Perú: “El Estado facilita y vigila la libre
competencia. (…)”.
[6] BECKER, Gary – “La Naturaleza de la Competencia”.
Ponencia presentada en el Acto de Colación de Grados 2009 de la Escuela
Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE). Buenos Aires.
Consulta: 12 de Mayo de 2013.
[7] BULLARD, Alfredo – “La Fábula del Rey Regulador”. En:
Diario El Comercio. Edición Sábado 21 de Julio de 2012.
[8] Ibídem.
[9] Ibídem.
[10] Otro dato interesante, aunque penoso, es que la
película ya está siendo ofrecida por ambulantes y ha sido colgada en los
populares sitios de visualización pirata de películas online.
[11] Cabe recordar las series como “La Gran Sangre”,
“Néctar en el Cielo”, “Pataclaun”, “Misterio”, “El Huachimán”, entre muchas
otras.
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