Javier André Murillo Chávez*
Domingo
15 de febrero de 2015, me acerco al final del pasillo 18 del centro comercial
Polvos Azules donde se pueden encontrar puestos que venden copias de películas
clásicas e independientes, imposibles de conseguir en una tienda de algún Real
Plaza, Jockey Plaza, Larcomar o La Rambla; y curiosamente veo tres películas
que llaman mi atención: “El Mudo”, “Lima Bruja” y “Viejos Amigos”. Esto fue
raro porque nunca se veían películas peruanas en sus mostradores. Pregunto por
ellas y me señalan que son películas originales que cuestan más que el clásico
tres por diez soles de las extranjeras. ¿Los vendedores de discos piratas están
vendiendo originales? ¿Qué paso? ¿De qué me perdí?
Días
después, los diarios capitalinos anuncian que los comerciantes de los focos de
venta de reproducción de discos ilegales iniciaron la campaña “Sé legal con el
cine peruano” por la cual venden películas peruanas originales y de ninguna
manera copias de las mismas; resulta que los productores y/o parte del equipo
(director/a, guionista, editores y hasta actores/actrices) de las películas
peruanas han suscrito acuerdos de venta directamente con los vendedores de
discos piratas de la capital.
La
normativa en Derechos de Autor sobre el tema de las infracciones comúnmente
denominadas piratería no es del todo deficiente, pero sí muy inflexible; desde
mi punto de vista esta norma no toma en cuenta todo lo que pasa en la realidad
en el mercado. Con esto no quiero decir que la piratería sea buena, sino que
finalmente es una situación ilegal que debería combatirse siempre y en todos
los casos, pero las normas deberían flexibilizarse en ciertos puntos ya que es
una norma, en términos de Bobbio, válida pero ineficaz.
El
problema del consumo legal de películas originales tiene su fuente en diversos
puntos económicos y fenomenológicos: (i) no existe una cultura de consumo de
obras originales, la gente no valora todo lo que existe detrás de un disco
original porque no se sabe de ello; (ii) no existe oferta variada de productos
originales, sólo podemos encontrar algunas obras no tan recientes y otras muy
antiguas; (iii) el costo de mercado de una obra original es muy alto para el
consumidor promedio y la existencia de una oferta a costo predatorio hace que el
ofrecimiento de originales prácticamente se quede sin demanda; entre otras.
Ante
esta circunstancia, los propios realizadores de películas peruanas han optado
por tomar la dirección de su producto y han logrado concordar voluntades con
quien en casi todo momento fue su “enemigo”: los comerciantes de Polvos Azules,
El Hueco, Mesa Redonda y/o Polvos Rosados. Creemos que esto se debe a que
exista cierta solidaridad patriótica entre empresarios peruanos, y a que
incluso los comerciantes de estos centros de venta perciben que vender un disco
original es una conducta legal, que los aleja de infracciones, y que además tiene
un valor añadido pues ahora cuando te aproximas a pedir estas películas
peruanas te señalan rápidamente que se trata de un disco original y tiene un
precio más alto al resto por esta calidad.
Las
políticas respecto a la Propiedad Intelectual son muy delicadas porque tratan
de dos intereses contrapuestos: el de la Sociedad por tener acceso a la cultura
y las obras, y el de los creadores y titulares de Derechos de Autor por obtener
retribución por su trabajo. En este caso, la campaña “Sé legal con el cine
peruano” está siendo realizada conforme a las normas porque los realizadores
pueden cerrar acuerdos con terceros para poner a disposición de terceros sus
obras libremente; es un hito bastante importante porque se alza como un fresco
ejemplo que demuestra que no todas las respuestas las encontramos en el Estado.
Los diarios han señalado que se ha agotado un stock de veinte mil copias; ha
sido un éxito, tanto así que se vienen nuevos títulos en venta con esta
modalidad: “El evangelio de la carne”, “El elefante desaparecido” y “La amante
del libertador”; sin contar que “Perro Guardián” ya está a la venta.
Sin
embargo, no todo es perfecto, debemos señalar que esta sigue siendo una
micro-medida pues los Derechos de Autor son un tema de trascendencia nacional e
internacional. La medida ha buscado cerrar acuerdos en la capital, pero el
consumidor peruano de cine aún no ve satisfecho su acceso a la cultura pues
esta medida no llega aún a provincias; esperemos que pronto podamos ver estas
películas originales ofrecidas también en El Molino en Cusco, en El Tupac en
Puno o en Siglo XXI en Arequipa. De igual manera, no todas las películas
peruanas de cartelera están disponibles; sin embargo, vemos con esperanza que
se vienen sumando más a esta importante solución.
Como
hemos visto, en efecto, es una demostración interesante de las soluciones
basadas en la autonomía privada de las cuales nos hablan los maestros del
Análisis Económico del Derecho como Guido Calabresi y Ronald Coase. Cuando el
Estado falla a través de sus instituciones y sus normas, los propios individuos
buscan soluciones alternas legales como la que comentamos. En el Perú, todavía
tenemos el gran error de creer que el inkarri
salvador es el Congreso y que sus acciones salvadoras son potenciales leyes
que repriman más los delitos, que sancionen en papel más a las empresas y que
nos brinden mayores “derechos” con nombres raros. Esto no es verdad, debemos
pensar que quizás la respuesta en ciertos casos no está en el papel del Diario
Oficial El Peruano, sino que quizás está en nuestras propias manos.
*
Abogado por la Pontificia Universidad Católica en el Perú (PUCP), especialista
en Derecho de la Propiedad Intelectual y de la Competencia. Profesor Adjunto de
los cursos Derechos de Autor y Derecho de la Competencia 2 en la Facultad de
Derecho PUCP. Ex-Director de la Comisión
de Publicaciones de la Asociación Civil Foro Académico.
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