Fernando Murillo Flores.
La pandemia mundial originada por la aparición
del Covid 19, obligó a muchos estados a tomar decisiones para afrontarlo. En
nuestro país se estableció el 15 de marzo un Estado de Emergencia, previa a una
declaración de Emergencia Sanitaria, disponiéndose un aislamiento social
obligatorio como medida para evitar el contagio masivo, el colapso de nuestro
sistema de salud y lo que sería la muerte de miles de personas, a quienes dicho
sistema no podría atender.
Desde que el 15 de marzo se anunciara el
establecimiento de un estado de emergencia y se dispusiera el aislamiento
social obligatorio, dicha disposición se ha ido prolongando hasta que la última
es al 30 de junio. Si no hay una nueva ampliación de ampliación del
aislamiento, habrán transcurrido más de noventa días. Nuestras libertades han
sido restringidas seriamente y nuestra economía seriamente golpeada, con todo
lo que ello significa.
No está demás anotar que todas las entidades
públicas y privadas, por efecto del aislamiento social obligatorio,
suspendieron sus actividades y muchas de las últimas sino salen del mercado,
tardarán mucho en recuperarse y salvar los empleos que brindaban.
Es el miedo a morir, en esencia, el que hizo
que admitiéramos dicho aislamiento; miedo que ha sido vencido, en realidad, por
quienes no podían soportar tanto tiempo sin trabajar y a quienes el hambre
obligó a romper el aislamiento social, dicho sea de paso, sin observar las
mínimas pautas de conducta para ser presas fáciles del Covid 19.
La autoridad y capacidad de la Policía están
venidas muy a menos, el Ejército perdió autoridad el momento que se dio de baja
a un oficial que sobrepasado por el comportamiento de un ciudadano se extralimitó
en la reprimenda. Ahora ya no tiene sentido cifrar esperanzas ni en la Policía
ni el Ejército. Es triste pero como dicen, la población – por muy doloroso que
sea – ya debe empezar a bailar con su pañuelo. Los empleados estatales del
sector salud están trabajando literalmente como si estuviesen en el frente,
siendo curioso que al enemigo la población le esté haciendo el juego.
Desde que se declaró la presencia del Covid 19
en el Perú y, de seguro, hasta dentro de un buen tiempo deberemos convivir con
ese peligroso virus; de ese virus sabemos muy poco pero lo esencial lo
conocemos, sabemos que es altamente contagioso y la forma cómo se transmite; con
inteligencia y buenas normas de comportamiento social y de higiene, podemos
dejar de ser presa fácil de él.
Muchas empresas han suspendido sus actividades,
muchos empleos se han perdido y otro sin número de actividades han quedado muy
mal paradas como la educación a todo nivel, por ejemplo. Es difícil saber, con
exactitud, cuándo volverá todo a la normalidad.
La libertad en mucho de lo que ella significa
se ha limitado y viene limitándose más allá, creo, de lo necesario, esperemos
recuperarla pronto para ejercerla con responsabilidad. Muchos aseguran que
mientras no haya un tratamiento eficaz y/o una vacuna, nada de lo que fue
seguirá siendo igual, otros afirman, no sé de dónde sacan eso, que luego de
esta pandemia no seremos iguales, sino mejores, yo me permito decir que
seguiremos siendo iguales y en muchos casos peores, basta ver si luego de la
pandemia de la llamada gripe española fuimos una mejor humanidad.
Yo trabajo en el Poder
Judicial y, en él, el tiempo, como seguramente en otros ámbitos, es importante
sobre todo porque el tiempo transcurre siempre a favor de alguien y en contra
de quien busca una decisión justa y que ésta sea ejecutada. Así, los que al 13
de marzo habían sido emplazados para cumplir sus obligaciones, como son los
deudores de dinero, los que no devuelven el inmueble que alquilaron, los que
merecen una condena por el delito cometido, etc. Es curioso, pero siento que no hay muchos
quienes pidan que el Poder Judicial reinicie sus actividades, como sí piden que
vuelvan otras actividades. Muy curioso.
Hemos dejado al Poder Judicial
funcione para casos urgentes: las detenciones preliminares, las prisiones
preventivas, la cesación de prisiones preventivas, la conversión de las mismas
por otras; los casos de violencia familiar y las medidas anticipadas en estos
casos, los casos de infracción de la ley penal, etc. Qué curioso que ahora un
virus nos cambie y de pronto encontremos otras alternativas ante las prisiones
preventivas, e incluso se hayan sustentado proyectos de ley para
descongestionar los penales; qué curioso que ahora seamos expeditivos en todos
esos temas. Qué curioso.
Establecimos que el Poder
Judicial funcione para temas urgentes planteados luego del 15 de marzo pasado,
y hasta cuando dure el aislamiento social, pero, ¿no es urgente todo aquello
que a esa fecha estaba pendiente de resolverse? Qué curioso que una demanda de
amparo y una medida cautelar puedan ser presentados en estos tiempos como un
caso urgente y que pueda ser tramitado por un órgano jurisdiccional mixto de
emergencia, mientras que una demanda y pedido cautelar similar presentado antes
del 13 de marzo esté pendiente de ser calificada por el Juzgado al que ingresó
y que no pueda tramitarse. Qué curioso.
Ahora todos presumen haber estado
preparados para este momento, con proyectos, implementaciones, infraestructura,
etc. ¿alguien estuvo realmente preparado?, ahora algunos desean trabajar con
ahínco, pero remotamente ¿qué cambió? De pronto el virus nos puso unas ganas
que no teníamos antes del 15 de marzo pasado.
Lo cierto del caso es que lo
curioso que puede ser que no muchos pidan que el Poder Judicial reinicie sus
actividades y que otros tantos no lo intenten, en serio, sea porque en realidad
siempre estuvimos en aislamiento social voluntario, no obligatorio. Estoy
convencido que todo aquello que se está disponiendo, al margen de lo atinado o
no, lo pudimos haber hecho hace mucho tiempo, lo pudimos haber implementado sin
la necesidad de que un virus nos motive, sino otras razones como la de
integrarnos de mejor manera a la sociedad.
Ahora podemos abrir canales de
comunicación con las partes y los abogados; ahora podemos realizar audiencias
virtuales en todo proceso; ahora podemos digitalizar expedientes; ahora podemos
ahorrar papel; ahora podemos realizar trabajo remoto, etc. ¿No lo pudimos haber
hecho antes?
Toda esta excepcionalidad y
anormalidad, muchos lo dicen, será la nueva normalidad, tanto es así que una
disposición administrativa, por ejemplo, y en perspectiva de futuro dice: “Disponer
que los órganos jurisdiccionales del país, a partir del 1 de julio de 2020, procedan
a programar las audiencias penales y no penales que se deberán iniciar a partir
del 17 de junio del año en curso; y se desarrollarán de modo remoto y
excepcionalmente en forma presencial”, cuando lo real es que la excepcionalidad
es que se lleven “de modo remoto”, pues la normalidad es que sean presenciales.
Cuidado en hacer de lo excepcional la regla general, pues ello significaría
admitir que nunca venceremos al virus, cuando lo correcto es decir que mientras
éste no sea vencido, pues lo venceremos, rijan las excepciones. En sede
judicial, en estricto respeto por los derechos del debido proceso, lo normal
son las audiencias presenciales, por el momento la excepción es que sean de “modo
remoto” y nunca a la inversa.
Si algo puede hacer el virus por
el Poder Judicial, es que dejemos ese aislamiento social voluntario respecto de
la sociedad a la que le debemos paz social cada vez que tramitemos, conozcamos
y decidamos un caso, más allá de lo mediático que son los procesos penales y de
violencia familiar, para que, aunque sea remotamente – como ahora se dice que
trabajaremos – logremos conectarnos con la realidad y empecemos a dirigir los
procesos con celeridad, oportunidad y justicia. Cuidado que lo remoto no sólo aleje
el trato humano inmediato entre quienes tenemos la responsabilidad de ser
justos, sino que también nos aleje aún más de la sociedad y veamos como remotos
los problemas de ésta.
El Covid 19 no es un virus que
necesariamente haga que tomemos buenas y oportunas decisiones; si nuestro
aislamiento social – el que se lee a través de toda nuestra vida republicana
que no miente porque está registrada – no concluye ahora y a partir de ahora no
sé qué más nos podría cambiar como Poder Judicial.
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