viernes, 28 de diciembre de 2018

Cómodo



Fernando Murillo Flores

Las películas que se basan en hechos históricos o en libros, no siempre los reflejan y debe tenerse cuidado, pues quienes no los conocen pueden asumir como verdad lo recreado en la película.

En la película “Gladiator”, uno de los personajes: Cómodo (Joaquín Fénix), hijo del gran Marco Aurelio (Richard Harris) fue realmente, emperador de Roma; Cómodo fue un emperador fuera de sus cabales, realmente loco, pues se creía Hércules y organizaba impresionantes espectáculos en los que mataba animales a diestra y siniestra e incluso se batía en combates fraudulentos con ex legionarios y los mataba aprovechando que eran lisiados, todo en su afán de simular superioridad y destreza en el combate personal.

En la película se ve que Cómodo, antes de batirse con Máximo (Russell Crowe) - el gladiador que fue un general de mucha experiencia militar- , aprovechando que éste se encontraba prisionero, atado y golpeado por órdenes del primero, lo hiere de muerte en un costado para de esa manera disminuir sus posibilidades de que lo venza en el coliseo ante el pueblo romano. En efecto, el combate se da en la película y si bien Cómodo es abatido, Máximo también muere luego, pero con gloria.

Lo cierto de esa escena únicamente es la locura de Cómodo por simular ser realmente un genuino luchador, valiéndose de trucos y mañas, en resumen, de trampas, Santiago Posteguillo lo describe así:

Todos aquellos guerreros a los que el emperador, ágil y en plenas facultades físicas, daba muerte con enorme facilidad uno tras otro aprovechando su incuestionable mayor fortaleza había sido, en un momento u otro, valerosos soldados de Roma; legionarios que habían combatido en las fronteras del Imperio y que por fatal destino habían quedado primero heridos y, tras las intervenciones quirúrgicas necesarias para preservar sus vidas, tullidos para siempre por los medici de la valetudinaria, los hospitales militares. Su vida terminaba ahora de forma inmerecidamente trágica e innoble en aquella macabra jornada - ¡Veinte, llevo veinte! ¿Lo has visto, Quinto? – preguntó con voz potente el emperador, pero entre jadeos; el esfuerzo físico de matar, incluso cuando se asesina a mancos y cojos, era extenuante: clavar, hundir la espada, quebrar huesos, tirar del arma, extraerla, volver a clavar, retorcerla para destrozar entrañas, corazones, hígados.

Y el autor de novelas históricas sobre Roma sigue describiendo: “La sangre regó toda la superficie de aquél cuarto de la arena. Cómodo se quitó el casco por última vez y lo entrego a uno de los pretorianos. Ascendió de nuevo al muro por la escalera de madera y camino por el mismo con los brazos en algo mientras la plebe, muchos senadores, los equites, comerciantes, hombres de toda condición y hasta las mujeres de Roma seguían aclamando a su emperador con el sobrenombre que más le agravada. – Hércules, Hércules, Hércules!” ("Yo, Julia". Premio Planeta 2018)

Qué fácil es ganar reconocimiento sin esfuerzo, qué fácil es obtener logros con trampa, qué fácil es competir en condiciones desfavorables para el competidor. Todo logró que se obtiene así – tarde o temprano – termina siendo una ridiculez, ejemplos hay miles y todos tristes.

En las competiciones deportivas lo más sagrado es observar – escrupulosamente – la igualdad de condiciones en las que se compite y respetar la preparación física de los competidores para evitar de ese modo toda alteración de las condiciones normales de dicha competición. Todo ello legitima estar en el primer lugar en el podio.

En las olimpiadas, por ejemplo, los deportistas se preparan durante cuatro años para romper sus propios récords o los de otros deportistas, en buena lid, se entiende; en ese tipo de competiciones está proscrita toda alteración de la preparación normal y toda distorsión de las condiciones de competición.

Es muy cómodo, es decir, conveniente y fácil, romper un récord o una marca en condiciones diferentes a aquellas con las que fueron marcadas éstas. Recuerdo otra película aleccionadora sobre un hecho histórico: “Apolo 13” (1995), cuando luego de pronunciarse la famosa frase “Houston, tenemos un problema” se supo que esa misión nunca llegaría a la Luna, como la del Apolo 11, y que peligraba el retorno a la tierra de los tres tripulantes, lo cual se convirtió en el verdadero éxito de la misión: salvar la vida de los tripulantes; un miembro de la tripulación original, que no viajó debido a un diagnóstico de gripe que nunca se dio, hizo que se recreara en tierra – en un simulador – las mismas condiciones materiales de quienes estaban en órbita para así poder hallar la solución al problema y que puedan retornar con vida a tierra. Esta simulación en igualdad de condiciones, de quienes realmente estaban en problemas técnicos – de vida o muerte – coadyuvó en el éxito de la misión. ¿hubiese ayudado que en el simulador haya música de ambiente, temperatura óptima, comida y un ejército de ayudantes?

Para quienes alguna vez hemos establecido marcas, o algún récord por allí, siempre será gratificante aguardar que otros las superen en buena lid y en las mismas condiciones, pero cuando otros hacen trampa para lograrlo lo único que da es risa y tristeza de saber que aún hay quienes piensan que el fin justifica los medios, lo cual deslegitima el fin, salvo para quienes asuman como conducta la real politik.

Sin embargo, siempre dará felicidad saber que las huellas que uno deja son el horizonte de otros, siempre.
    
     
       

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