Fernando
Murillo Flores
Las películas que se basan en
hechos históricos o en libros, no siempre los reflejan y debe tenerse cuidado,
pues quienes no los conocen pueden asumir como verdad lo recreado en la
película.
En la película “Gladiator”,
uno de los personajes: Cómodo (Joaquín Fénix), hijo del gran Marco Aurelio (Richard
Harris) fue realmente, emperador de Roma; Cómodo fue un emperador fuera de sus
cabales, realmente loco, pues se creía Hércules y organizaba impresionantes
espectáculos en los que mataba animales a diestra y siniestra e incluso se
batía en combates fraudulentos con ex legionarios y los mataba aprovechando que
eran lisiados, todo en su afán de simular superioridad y destreza en el combate
personal.
En la película se ve que
Cómodo, antes de batirse con Máximo (Russell Crowe) - el gladiador que fue un
general de mucha experiencia militar- , aprovechando que éste se encontraba prisionero,
atado y golpeado por órdenes del primero, lo hiere de muerte en un costado para
de esa manera disminuir sus posibilidades de que lo venza en el coliseo ante el
pueblo romano. En efecto, el combate se da en la película y si bien Cómodo es
abatido, Máximo también muere luego, pero con gloria.
Lo cierto de esa escena
únicamente es la locura de Cómodo por simular ser realmente un genuino
luchador, valiéndose de trucos y mañas, en resumen, de trampas, Santiago
Posteguillo lo describe así:
“Todos aquellos guerreros a los que el emperador, ágil y en plenas
facultades físicas, daba muerte con enorme facilidad uno tras otro aprovechando
su incuestionable mayor fortaleza había sido, en un momento u otro, valerosos
soldados de Roma; legionarios que habían combatido en las fronteras del Imperio
y que por fatal destino habían quedado primero heridos y, tras las
intervenciones quirúrgicas necesarias para preservar sus vidas, tullidos para
siempre por los medici de la valetudinaria, los hospitales militares. Su vida
terminaba ahora de forma inmerecidamente trágica e innoble en aquella macabra
jornada - ¡Veinte, llevo veinte! ¿Lo has visto, Quinto? – preguntó con voz
potente el emperador, pero entre jadeos; el esfuerzo físico de matar, incluso
cuando se asesina a mancos y cojos, era extenuante: clavar, hundir la espada,
quebrar huesos, tirar del arma, extraerla, volver a clavar, retorcerla para
destrozar entrañas, corazones, hígados.”
Y el autor de novelas
históricas sobre Roma sigue describiendo: “La
sangre regó toda la superficie de aquél cuarto de la arena. Cómodo se quitó el
casco por última vez y lo entrego a uno de los pretorianos. Ascendió de nuevo
al muro por la escalera de madera y camino por el mismo con los brazos en algo
mientras la plebe, muchos senadores, los equites, comerciantes, hombres de toda
condición y hasta las mujeres de Roma seguían aclamando a su emperador con el
sobrenombre que más le agravada. – Hércules, Hércules, Hércules!” ("Yo,
Julia". Premio Planeta 2018)
Qué fácil es ganar
reconocimiento sin esfuerzo, qué fácil es obtener logros con trampa, qué fácil
es competir en condiciones desfavorables para el competidor. Todo logró que se
obtiene así – tarde o temprano – termina siendo una ridiculez, ejemplos hay
miles y todos tristes.
En las competiciones
deportivas lo más sagrado es observar – escrupulosamente – la igualdad de
condiciones en las que se compite y respetar la preparación física de los
competidores para evitar de ese modo toda alteración de las condiciones
normales de dicha competición. Todo ello legitima estar en el primer lugar en
el podio.
En las olimpiadas, por
ejemplo, los deportistas se preparan durante cuatro años para romper sus
propios récords o los de otros deportistas, en buena lid, se entiende; en ese
tipo de competiciones está proscrita toda alteración de la preparación normal y
toda distorsión de las condiciones de competición.
Es muy cómodo, es decir,
conveniente y fácil, romper un récord o una marca en condiciones diferentes a
aquellas con las que fueron marcadas éstas. Recuerdo otra película
aleccionadora sobre un hecho histórico: “Apolo 13” (1995), cuando luego de
pronunciarse la famosa frase “Houston, tenemos un problema” se supo que esa
misión nunca llegaría a la Luna, como la del Apolo 11, y que peligraba el
retorno a la tierra de los tres tripulantes, lo cual se convirtió en el
verdadero éxito de la misión: salvar la vida de los tripulantes; un miembro de
la tripulación original, que no viajó debido a un diagnóstico de gripe que
nunca se dio, hizo que se recreara en tierra – en un simulador – las mismas
condiciones materiales de quienes estaban en órbita para así poder hallar la
solución al problema y que puedan retornar con vida a tierra. Esta simulación
en igualdad de condiciones, de quienes realmente estaban en problemas técnicos –
de vida o muerte – coadyuvó en el éxito de la misión. ¿hubiese ayudado que en
el simulador haya música de ambiente, temperatura óptima, comida y un ejército de
ayudantes?
Para quienes alguna vez
hemos establecido marcas, o algún récord por allí, siempre será gratificante
aguardar que otros las superen en buena lid y en las mismas condiciones, pero
cuando otros hacen trampa para lograrlo lo único que da es risa y tristeza de
saber que aún hay quienes piensan que el fin justifica los medios, lo cual deslegitima
el fin, salvo para quienes asuman como conducta la real politik.
Sin embargo, siempre dará
felicidad saber que las huellas que uno deja son el horizonte de otros, siempre.
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